Gael García, “me siento mexicano, latinoamericano”
Como una de las mejores exportaciones de México, Gael García Bernal ya pertenece al mundo internacional del cine. Desde que interpretó al argentino Enesto ‘Che’ Guevara en ‘Diarios de Motocicleta’, compartió la variedad de idiomas de ‘Babel’, viajó hasta Italia con ‘Cartas a Julieta’ y hace muy poco a Japón con ‘Mozart en la Jungla’. También interpretó al chileno que persiguió Pablo ‘Neruda’ o el periodista londinense de ‘Rosewater’ y otro argentino en ‘Eva No Duerme’. Hasta en el amor tuvo noviazgos tan internacionales como las actrices Natalie Portman y Dolores Fonzi (madre de sus dos hijos Libertad y Lázaro), mientras su biografía figura incluso en la Enciclopedia Británica. Pero como él bien dice con sus propias palabras “Me siento mexicano, latinoamericano”.
El Festival Internacional de Cine en Toronto casi había terminado. Por la famosa alfombra roja también habían pasado George Clooney, Jennifer Lawrence, Lady Gaga o Julianne Moore y Nicole Kidman, por dar algunos nombres. Y entre la lluvia de celebridades, en el teatro Glenn Gould, nos esperaba un evento especial: ‘Conversation With... Gael García Bernal’, hablando de su vida, el comienzo de su carrera y la fama que nunca buscó.
¿Dónde crees que estarías hoy si no fuera por la actuación? Si no fuera por la actuación, hubiera sido pediatra rural.
¿Lo dices en serio? Si, fue algo que mantuve por mucho, mucho, mucho tiempo: ser doctor. También me interesaba el periodismo, la investigación, antropología, sociología y estudié filosofía. Pero siempre disfruté de la actuación, de la misma forma que siempre disfruté el fútbol, solo porque mis padres son actores. Quise ser de todo para no ser actor. Pero en el ’97, hubo una huelga de estudiantes y decidí irme a Europa porque nunca había ido. Saqué un pasaje a Londres y a los tres días me quedé sin un centavo y trabajando en un bar encontré la forma de quedarme por un tiempo. Pero como me aburría, fui a ver algunas escuelas de teatro y tomé una prueba de audición en Central School of Speech and Drama... y entré. Esa es la historia más corta.
¿Pero por qué te habías negado tanto a la actuación en un principio, viniendo de una familia de actores? Bueno, supongo que es una simple conclusión de psicoanálisis, simplemente no querer ser lo que hacen tus padres, básicamente. Yo siento que al haber nacido en el mundo del teatro, pertenezco a una comunidad de gitanos. Respiras en el teatro, duermes en el teatro, yo hasta hacía la tarea escolar en el teatro. Acompañaba a mis padres a los ensayos y veía cosas que nadie de mi edad hubiera visto. Pero al mismo tiempo, sentí que era algo que estaba en la parte de atrás de mi libro. Era algo que podía hacer. Y yo también siempre hice todo lo contrario de lo que la gente quería cuando me decían “Ah, tú tienes que actuar”. Cuanto más lo decían, menos quería hacerlo.
¿Y hoy? ¿Qué tan bueno te consideras a la hora de las críticas? Depende como y de donde vienen. Tengo muy buenos amigos que admiro y entre nosotros tenemos la suerte de mantener una relación donde podemos analizar al máximo nuestro trabajo, con Diego (Luna), Alfonso Cuarón, Alejandro Iñarritu. Son amigos en quien confío y puedo embarcarme en una conversación. También hay otros que no son famosos. Pero al principio te diría que fue bastante complicado. Con ‘Amores Perros’, pensé que nadie la iba a ver y antes de irme, yo incluso había pedido una copia en VHS a los productores, porque quería mostrarla a mis familiares (Risas). Nunca me dieron el VHS. No fue necesario, se vio en todo el mundo.
¿Así fue como también consiste la fama en primera persona? Y... De repente hubo demasiada atención en todos los que habíamos participado en esa película y al instante sentí un punto de vista externo. Es algo externo lo que vuelve famoso a la gente. No te despiertas un día mirando al espejo, diciendo “Soy famoso”. La fama es un punto de vista externo. Y en cierta forma hay que enfrentarla. No era lo que yo quería. Es bueno tenerla, pero al mismo tiempo supe que era algo externo. Es algo con lo que tuve que luchar hasta sentirme cómodo entrando a un lugar donde la gente te mira a los ojos. Si alguien te mira, le devuelves la mirada. Y también puedo decidir los límites, donde a veces me siento bien en hacerlo y otras veces no me siento cómodo. Pero en un punto maravilloso de la vida, también ya no te preocupas más y lo disfrutas.
¿Disfrutas al menos cuando te ves en una pantalla gigante? Veo mis películas solo cuando salen en los festivales o los estrenos, pero después nunca más las veo.
¿Nunca? No.
¿Tu relación con Diego Luna cambió a lo largo del tiempo? Crecimos juntos, siempre tuvimos gustos parecidos, puntos de vista similares también y tenemos algo que es muy especial, somos muy buenos trabajando juntos. Con Diego, cuando estamos juntos no nos para nadie. Siento que siempre ganamos. Es una amistad hermosa por supuesto. Él es uno de mis mejores amigos.
¿Y los directores amigos? Con Alfonso Cuarón, con Alejandro Iñarritu, con Walter Salles, con Pablo Larraín, hay una especie de amistad con un total sincronismo en términos de lo que buscamos en el aspecto fílmico. Con Pablo, por ejemplo no ensayamos para nada en lo absoluto. Vas preparado, hablas un poco sobre la película y ni siquiera sobre el personaje. Y con solo actuar con un sombrero, el vestuario, lo encuentras. Ese es el proceso, algo muy difícil de describir.
¿El director más difícil de trabajar? Con Pedro Almodóvar, por ejemplo, él desarrolló su propio mundo en la forma en que debería hablar sus los personajes en el aspecto melodramático que él crea. Escribe diálogos que son casi imposibles. Cuando los lees enseguida reaccionas “¿Quién habla así?”. Pero alguien con Pedro Almodóvar sabe construir ese mundo.
¿Volverías a trabajar con él? Si me llama, sí.
¿Es cierto que estás por volver a tus raíces del teatro? Sí, voy a trabajar con una obra de teatro pronto, en Argentina, México y posiblemente España.
¿Recomendarías las clases de teatro, para quienes hoy te piden algún consejo? ¿Ir a la escuela de teatro? Definitivamente. Pero también recomendaría estudiar algo más, que no renuncien al trabajo (Risas). Y que tampoco busquen siempre el aplauso, esa gratificación inmediata, al viejo estilo de diva. Es algo completamente efímero. Desaparece. Se va. Disfrutar la experiencia de la actividad fraternal de hacer cine, trabajar en una obra de teatro, tiene que ser siempre el punto de partida en todo.
¿Qué les dirías a los jóvenes soñadores que en Estados Unidos llaman ‘dreamers’, los hijos de inmigrantes ilegales que tienen tanto miedo del futuro con la idea del nuevo Presidente que quiere deportarlos? ¿Cómo llegamos hasta aquí? Es una locura. ¿Cómo se puede convencer a alguien que abre su carrera presidencial diciendo que los mexicanos son violadores, traficantes de drogas y mala gente? ¿Tenemos que convencerlo que no lo somos? ¿Qué tan denigrante es algo así? Deberíamos ignorarlo. No se puede discutir con alguien que piensa absolutas mentiras y una mitología irracional. Este Presidente miente cada día y se sale con la suya todo el tiempo. El problema es que estos jóvenes que recibieron el programa DACA no son los que no fueron a la escuela. Son privilegiados, sin papeles, pero es gente que hace lo correcto y tienen pánico de cruzar una luz roja porque si los atrapan los deportan. Son los mejores ciudadanos, los que más obedecen las leyes, estudiando, trabajando. Y son los que están deportando.
¿Imaginas alguna solución? Desde mi perspectiva, yo soy mexicano, me siento mexicano, latinoamericano. Yo no vivo en Estados Unidos. No tengo deseo de vivir en Estados Unidos. Y nuestra responsabilidad, nuestra duda masiva es construir una propuesta para decirles a estos jóvenes de México, de El Salvador, de Nicaragua, de Guatemala, de Colombia y todas partes de Latinoamérica, hay que decirles que Latinoamérica es también su hogar y que son bienvenidos. (Para los jóvenes ilegales en EE.UU) México es la madre que nunca conocieron y Estados Unidos es el padre que no quiere reconocerlos.
¿Alguna vez pensaste en ocupar algún puesto político? Lo pensé, pero también creo que tengo un proceso natural de ser también apolítico en la forma de pensar o a lo mejor estoy en contra de la política, como cuando somos jóvenes y surge la discusión de que todavía hay mucho por hacer, con los derechos de la mujer por ejemplo. Es algo que figura en la estructura política de los últimos cien años. Es una discusión que también genera buenos resultados como los hombres que llevan bebes en el supermercado. En México, por ejemplo, tradicionalmente la mujer los lleva en un rebozó. Y ahora hay rebozos para hombres también. Yo tengo uno (Risas). Cuando llevaba a mis hijos así sentía “Mi Dios, que suerte tengo de hacer esto” porque es algo que nadie había imaginado antes. Y yo aprecio a los políticos que creen en el servicio social, que por supuesto no son corruptos.
Para muchos, llegar a Hollywood es el final de la mejor ruta como actor ¿Se nota la diferencia al trabajar en Europa, Latinoamérica o incluso Japón donde estuviste filmando ‘Mozart in the Jungle’? Sí, estuve cuatro semanas en Japón, es la segunda vez. Estuve filmando la cuarta temporada de Mozart y me encanta, de verdad. Es realmente divertido, con grandes actores, sobre la música clásica. Es un show muy atípico para la televisión o lo que llamemos ahora TV. Es algo muy diferente que nos permite hacer lo que queremos.
¿Y cómo le das vida a tus personajes? ¿Cuentas con algún ritual en particular? ¿Cómo te despegas de ellos después? Todo cambia con cada película. Como con el teatro, intentas algo nuevo y si no funciona intentas algo diferente, porque yo no soy nunca mis personajes. Pero en cierta forma son como primos míos que siempre están cerca, como ángeles de la guardia.
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